Estaba en el paradero esperando la 145, cuando recordé que hace poco se “celebró” el día de la Tierra, y que en ese día me crucé con diversas marchas con pancartas llevadas por niños(as) de educación inicial, primaria, que iban guiados(as) de la mano de sus “mises”. Viendo esto me pregunté: ¿Será efectiva tal enseñanza acerca del “cuidado” de la Tierra, el lío del medio ambiente, etc.? ¿Salir a caminar, portar pancartas hechas de cartulinas a color, crayones, temperas, etc. Insertará efectivamente al niño(a) al deber de cuidado con ésta?
Que yo recuerde, durante los últimos años de mi primaria, y toda mi secundaria, jamás se volvió a tocar ese tema, al menos no me tocó a mí verlo nuevamente. No fue hasta mi primer ciclo en la Universidad, en donde, durante mi curso de Geografía –que dicho sea de paso: muchos de nuestro T, lo recuerdan con gran emoción-, que tocamos este tema relacionado a la Tierra, nuestro planeta como ser vivo, guiados de la teoría de James Lovelock, al parecer, por la cantidad de separatas y temas vinculados a él, ídolo de mi entonces profesor.
Lo que yo considero relevante aquí, no es que se celebre un día como tal, para poder hacer algo respecto a este tema o que se “recuerde que debemos de” –que no está mal tampoco-; sino que ese día, el día de la Tierra, sirva para saber e inculcar que es una tarea continua, de todos los días; una tarea de detalles, de no dejar basurita en las combis, ni tirar botellas de plásticos a la calle, de dejar bolsas con cáscaras de naranja en el asiento trasero del taxi, no arrojar por la ventana los restos de caña dulce recién masticada, que se apagan las colillas del cigarrillo una vez que se termina, por último no fumes!, y un gran etc.
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